lunes, 1 de febrero de 2016

UN LUGAR EN EL BOSQUE

Una joven llegó corriendo a la estación de tren. El andén estaba vacío y se apoyó en un poste hasta recuperar el aliento. Cuando tuvo la respiración controlada, se sentó a esperar. Cada cierto tiempo, se levantaba para comprobar si se veía alguna luz que indicase que se acercaba alguno. Otras, miraba el reloj que parecía haberse congelado en el minuto treinta y siete.
La enésima vez que se puso de pie comprobó que se acercaba una luz verde.
    Qué raro, yo pensaba que eran blancas — pensó.
El tren hizo su parada en la estación y ella subió sin tan siquiera mirar su aspecto.
Una vez sentada, descubrió a la única persona que la acompañaba en el viaje y que descansaba dos asientos por detrás del suyo.
Mil gruñidos se escuchaban fuera como si las ruedas que se deslizaban por las vías rítmicamente necesitasen aceite para ser engrasadas.
    Qué birria de tren — susurró.
Alzando la vista se fijó en el cartel colocado encima de la entrada: “Rogamos se abstengan de leer durante el trayecto”.
    ¡Puf! Menuda tontería — exclamó.
Ella miraba a través del cristal cómo titilaban miles de luces pertenecientes a alguna de las ciudades cercanas. El resto era oscuridad. Su reflejo en la ventanilla hizo que su cuerpo respondiese con un escalofrío al observar su imagen deformada. Apartó sus ojos y los centró en una revista que sobresalía del bolsillo delantero. La cogió y se puso a ojearla sin detenerse en titulares, fotos o el contenido de sus textos.
Una risa espeluznante salió del megáfono situado junto al cartel y se giró en busca de la persona que la acompañaba en ese viaje para preguntarle si lo había escuchado. Descubrió el asiento vacío. Miró en dirección a la puerta posterior por si había salido sin que ella se hubiese dado cuenta y se encogió de hombros.
Sus dedos siguieron pasando hoja tras hoja hasta que sus ojos descubrieron una extraña imagen.
Era el amanecer de un bosque rodeado de pequeñas cascadas donde parecían vivir otro tipo de seres.
    Juraría que se ha movido algo — susurró.
Miró detenidamente la imagen y se acercó más. La luz proveniente de las pequeñas viviendas alojadas en los árboles se apagó. La joven se pegó más y, cuando su nariz rozó la foto, fue engullida por ella.
La revista quedó abierta encima del asiento vacío. Las letras diminutas que explicaban la imagen decían textualmente: “Ponga un especial cuidado en no dejarse atrapar por la lectura”.

Entonces la risa espeluznante se volvió a escuchar a través del megáfono.

No hay comentarios:

Publicar un comentario